SEBASTIÁN ROMO. LA VOLUNTAD DE LAS COSAS

11 Junio 2009 - 31 Agosto 2009
Comisariado:
Víctor Palacios
Artistas:
Sebastián Romo

¿Por qué el pobre poeta de Tennessee, al recibir de repente dos puñados de plata, duda entre comprarse una chaqueta, que necesita lastimosamente, o invertir el dinero en un viaje a pie hasta la playa de Rockaway?

Herman Melville. Moby Dick o La ballena blanca


La presente exposición es un despliegue, un panorama del trabajo que Sebastián Romo (México D.F., 1973) ha producido durante quince años de trayectoria profesional. Es necesario precisar que la noción de trabajo alude aquí a una práctica o propuesta artística en el sentido más amplio del término y no a un conjunto de obras cuidadosamente elegidas para satisfacer las habituales exigencias (cronológicas, genéricas o temáticas) de una exhibición con carácter retrospectivo. La intención de esta muestra es otorgar la mayor visibilidad posible a dicha práctica artística y enfatizar aquellos elementos, procesos y acciones que pueden identificarse como ejes vertebrales de la misma. Al respecto, es preciso señalar que dichos ejes o directrices tales como el intermitente vínculo del trabajo con la naturaleza, el uso y tratamiento de la imagen fotográfica y el vídeo o la ejecución de intervenciones escultóricas en espacios públicos mantienen una constante interacción, un desarrollo concomitante en el cual un campo de acción depende del otro y viceversa.

La práctica artística de Romo se ha caracterizado por generar procesos de investigación y producción a largo plazo en los que destaca un interés por conjugar disciplinas, soportes y métodos constructivos. El punto de partida de su trayectoria (1993) está vinculado a los preceptos estéticos y a las soluciones formales que caracterizaron al land art de la década de los setenta. Por consiguiente, en un inicio, Romo produce obras efímeras elaboradas con materiales encontrados in situ y en espacios abiertos donde la naturaleza, el contexto específico y el paisaje aparecen como protagonistas, materia prima y fuente de reflexión sobre el arte mismo. De este incipiente período formativo y autodidacta basado en la experimentación de materiales y medios surge con prontitud la necesidad de incursionar en los debates y estrategias planteadas por el arte posconceptual de los noventa y, simultáneamente, una serie de nociones, elementos y vivencias que marcarían el devenir de su práctica como: el paisaje, la idea de límite, el sitio específico, la relación entre la acción y su registro, la dimensión temporal de la escultura, el viaje, el espacio como materia, el azar, el dibujo como herramienta de memoria y ficción, la palabra, la manipulación de la imagen fotográfica, el ámbito público, la metrópolis, y la voluntad como interrogante y piedra de toque, entre otros. A manera de paréntesis cabe mencionar que durante este mismo proceso de definición Romo habita algunos años en Río de Janeiro. Dicha experiencia resultaría asimismo determinante debido al afortunado contagio que sufre de los postulados teóricos de Ferreira Gullar sobre la vivencia estética y sensualidad plástica que caracterizaron al arte neoconcreto brasileño. En particular, los trabajos de Lygia Clark y Hélio Oiticica desencadenaron en el artista mexicano un deseo por involucrar a otras personas en su trabajo y explorar las vertientes sociológicas e históricas de su labor, ya fuese a través del cine, de la arquitectura o de la idea moderna de monumento o escultura pública.

El título de la exposición se manifiesta como un enunciado abierto, como una propuesta capaz de abarcar o suscitar distintas aproximaciones en torno al complejo y polémico concepto de voluntad, tanto desde una perspectiva estrictamente filosófica como desde un enfoque más coloquial. A fin de cuentas, ¿qué es la voluntad? Dicha pregunta y la mención de este concepto nos conducen irremediablemente al pensador Arthur Schopenhauer (1788-1860) y a su célebre e influyente obra El mundo como voluntad y representación. En términos generales, el filósofo alemán plantea, a partir del pensamiento kantiano, las ideas platónicas y su profundo estudio de la cultura hindú una metafísica de la moral en la que argumenta detalladamente cómo la voluntad es la clave para explicar, desde nuestro fuero interno, los grandes enigmas del universo.

En la práctica de Romo, el indagar, rascar y volver a escudriñar la voluntad humana, la voluntad de la naturaleza y la voluntad de todo cuanto existe es una manía que alimenta y convulsiona su impulso creativo. Al igual que Ismael en la novela de Melville, Sebastián se cuestiona el porqué de las acciones irracionales que muchas veces marcan el rumbo de los acontecimientos. Por último mencionaré que el trabajo reciente de Romo es permeada, según sus propias palabras, por un intenso deseo por volver la atención a la raíz, a la esencia del arte. Por simple que parezca, a observar el trabajo y despojarlo, en la medida de lo posible, de accesorios y mediaciones. Algo, tal vez, que pueda equipararse a lo que Guillaume Apollinaire argumentó hace casi un siglo en sus meditaciones sobre las exigencias, particularidades y virtudes de la pintura cubista. En su ímpetu por transmitir este deseo, Romo parece encarnar la siguiente sentencia del poeta francés: “Es tiempo de ser los amos. La buena voluntad no garantiza la victoria”.

Víctor Palacios