LA MANCHA HUMANA / THE HUMAN STAIN

12 Marzo 2009 - 31 Mayo 2009
Comisariado:
Ellen Blumenstein
Artistas:
Varios
Cuando describía los años cruciales en la génesis del arte conceptual, la crítica norteamericana Lucy Lippard afirmaba que había un «culto a la neutralidad» en el minimalismo de la década de los años sesenta, «aplicado no sólo a la ejecución de objetos sino también a la feroz erradicación de la emoción y las nociones convencionales de belleza» (Seis años: la desmaterialización del objeto artístico desde 1966 a 1972), mientras el arte conceptual, simultaneamente, centraba su atención en la claridad de expresión de la idea. Más allá del hecho de que estas concepciones utópicas tienen probada la imposibilidad de alcanzar su pretendida concreción, aún son apropiadas para reflejar formatos artísticos alternativos, y el ideal de pureza del buen arte minimal o conceptual prevalece como un modo de entendimiento común hoy en día.



Tomando como referencia este punto de partida, la muestra La mancha humana parte del extremo opuesto: la presunción de que no sólo esta supuesta neutralidad o pureza fue superada por los artistas neoconceptuales de los años ochenta y noventa sino que una «mancha humana» (una referencia prestada por el título de un libro del novelista americano Philip Roth) fue siempre un componente constitutivo en el arte conceptual desde sus mismos orígenes (ya sea en un nivel personal o emocional, ya sea con un alcance poético o político).

En un momento revelador, mientras un entrevistador la clasificaba dentro del neoconceptualismo, la artista británica Tracey Emin respondía que ella no podía ser considerada una artista conceptual; su trabajo era demasiado emocional para encajar en la definición. Con la negación de esta supuesta contradicción y desplazando levemente la mirada habitual sobre los fondos conceptuales de las colecciones del CGAC y de la Fundación ARCO -que constituyen la fuente material de esta muestra-, La mancha humana pretende destacar los tejidos conectivos más que los aspectos divisorios en lo que respecta a la relación entre el conceptual y el neoconceptual, y también, en cierto modo, reevaluar el conocimiento del arte conceptual histórico a partir del examen de las actuales estrategias neoconceptuales.

El principio que guía este proyecto es simplemente mostrar que la idea no es necesariamente opuesta a al subjetividad personal, a la poesía o a lo político, sino que las relaciones establecidas entre estos elementos diversos que atraviesan la obra de arte son las que crean una tensión fructífera: aquella en que cada elemento induce a un riesgo, poniendo en peligro la existencia de los otros, para nunca alcanzarlo por completo.

Así, el examen comisarial de las obras seleccionadas de los fondos del centro comienza con una escena primordial: el conflicto entre el minimalismo y el conceptual en el momento mismo de su respectivo nacimiento. Desarrollados a partir de la oposición al expresionismo abstracto, con su voz crítica omnipresente en Clement Greenberg y con su dominación absoluta del mercado del arte, ambos los dos movimientos aparecieron en el intervalo de tiempo de un par de años y rechazaron de un modo parecido la representación y la fetichización del objeto artístico, aún más, el arte como mercancía.

Mientras el minimalismo intentaba eliminar el contenido, atendiendo a formas y colores básicos, a una producción seriada o industrial -en definitiva, reduciendo el objeto artístico á su esencia misma-, el arte conceptual le dio la vuelta a esta construcción y desafió el status objetual a partir de la desvalorización de la apariencia de la obra de arte en favor de la idea -y así, la concepción como contenido-. Los artistas conceptuales pretendían reestructurar la percepción y la relación entre el proceso y el producto artístico; de este modo, la información y los sistemas substituían las nociones tradicionales de composición, color, técnica y presencia física.

La mancha humana comenzará desde una de las más importantes -y recientes en su adquisición- piezas de la colección, la temprana obra conceptual de Joseph Kosuth, Claro, cuadrado, cristal, apoyado (1965), en la que introduce un diálogo con tres posiciones artísticas del mismo tiempo histórico: Donald Judd, Carl André y Sol Lewitt. Mientras probablemente Judd puede ser caracterizado como una de las figuras referenciales del minimalismo, la posición de André ya no puede ser asignada de un modo tan simple. Tanto en su modo de vida como en su vinculación a ciertos debates y cuestiones centrales de su trabajo se acercaba a sus colegas conceptuales. También Sol Lewitt es bien conocido por su exploración incansable de los dos campos.

Será parte de la acción comisarial de la colección elaborar las relaciones entre estos artistas y sus respectivos trabajos, y observar detenidamente la fusión y el frágil equilibrio entre forma, idea y su percepción en el espacio y en el tiempo. Analizando los puntos focales de las actividades del propio museo como coleccionista continúa mi trabajo como comisaria. Espero diseñar un viaje excitante a través de los diferentes capítulos de las prácticas artísticas conceptuales y neoconceptuales, pasando por Joseph Beuys y su énfasis en la enseñanza, e invitando al espectador a detenerse en artistas feministas como Martha Rosler, Ana Mendieta, Helena Almeida o Anna Maria Maiolino, por nombrar sólo unas cuantas. En ella introduciré posiciones de compromiso político como las de los artistas del este de Europa Julius Koller o Mladen Stilinovic, y contrastaré estas propuestas más históricas con exponentes del neoconceptualismo, en un abanico que abarcará obras tan diversas como las de los artistas Liam Gillick, Jac Leirner o Iñaqui Bonillas.


Ellen Blumenstein